Filosofía slow ó cómo recuperar el tiempo

Hace más de 25 años, un grupo de personas decidieron parar el tiempo y empezar a utilizarlo a su favor, creando el movimiento "slow" que en castellano viene a significar "lento, despacio".

Todo empezó en 1.986 cuando Carlo Petrini, un crítico gastronómico se opuso a la instalación de una hamburguesería de una cadena multinacional en su ciudad.
Desde ese momento, se le declaró la guerra al fenómeno "fastfood" y surgió la plataforma "slowfood" que ahora cuenta con más de 80.000 miembros en 50 países y una red "Cittaslow" con ciudades donde el ritmo de vida es más relajado, ecológico y humano.
Pero salirse de la rueda vertiginosa del "todo ahora, ya" ó del "lo quiero para ayer", requiere refrenarse, tomarse un momento para reflexionar, despertar a la conciencia plena, esa que nos ayuda a observarnos, a escucharnos, a identificar las emociones que surgen y las reacciones que tenemos ante los hechos diarios.
Es un ejercicio que va unido a un estilo de vida, donde las cosas suceden en su tiempo natural, a su ritmo.
El momento de la comida se vuelve una ceremonia donde se sigue un ritual con todos los elementos encajando como si de un engranaje se tratara.
Ningún elemento sobra ó falta, todo lo que llega se acepta y se integra. Es un momento para dar rienda suelta a los sentidos, el gusto, el olfato, la vista, el tacto y el oído con una buena conversación amenizando la velada.

Este movimiento "slow" puede ser extrapolado a otros campos como el trabajo, por ejemplo.
Conseguir hacer las tareas sin prisas, con tiempo para pensar, dudar e incluso cambiar de opinión y rectificar. Es necesario darse cuenta de las cosas que hacemos y que no queremos, llevados por la rutina y la costumbre de hacerlas.
Si nos paramos un momento antes de actuar, podremos escuchar esa voz interior que es sabia y nos conoce bien y que nos dirá lo que nos hace feliz, lo que nos permite crecer y alcanzar el equilibrio entre lo que pensamos, sentimos y finalmente hacemos.
Permitirnos unos espacios en blanco en la agenda sin que cunda el pánico ni surja el sentimiento de culpabilidad por ser unos holgazanes.
No hacer nada da para mucho: pasear por calles nuevas ó por senderos diferentes si estás en el campo, charlar con el vecino en el rellano de tu puerta ó con el carnicero del mercado, liberar la niña interior y jugar como una más con los críos, sentarte a contemplar la apuesta de sol hasta que desaparezca el último rayo ó echarte una siesta reparadora sin que suene el despertador ó el móvil.

Empieza descubriendo cuál es tu ritmo, quizás te sorprendas cuando te des cuenta que aunque puedes hacer varias cosas a la vez y bien, no eres tú quien las hace, sino tu mente que te mantiene alejada de la realidad que te rodea.
El resto del cuerpo y tus sentimientos están bloqueados, como en pausa, con poco protagonismo.
La rutina y los hábitos requieren de una concentración mental más que corporal, de un vivir en la cabeza más que en el cuerpo.

Si quieres formar parte del movimiento "slow" y no puedes cambiar tu realidad, intenta compensar. 
Después de un ritmo acelerado con mucha actividad, desarrolla tareas que requieran bajar el ritmo como tocar un instrumento, dibujar, hacer crucigramas, pasear al perro.
También puedes dividir y clasificar las tareas, haciéndolas paso a paso y tomándote pequeñas pausas para recargar las pilas. Comprobarás cómo cambia tu actitud y tu predisposición ante el trabajo que aún te queda.
Parecerá que el tiempo cunde más y al final te sentirás satisfecha por el trabajo acabado.

Tomarse el tiempo necesario para hacer las cosas de forma consciente no es perder el tiempo. Es cuestión de cambiar el orden de los factores:

• Calidad por cantidad
• Salud por enfermedad
• Calma por estrés
• Sentidos por pensamientos
• Risas por gruñidos
• Bostezos por gritos
• Conciencia por rutina
• Opción por hábito

¿Te apuntas a la vida lenta?